En 1939, el técnico de electrónica ruso Semión D. Kirlian estaba reparando una máquina de electroterapia en el laboratorio del Hospital de Alma Ata, en la Unión Soviética, cuando recibió de repente una descarga eléctrica de alto voltaje. Según el propio Semión, al recibir la descarga pudo ver por un instante como su mano se encontraba rodeada de un halo azul. Semión dejó el trabajo por aquel día y se marchó a su casa. Al llegar a casa le pidió a su esposa, Valentina, que le ayudase a tirar unas placas fotográficas en color de su mano. Seguidamente la puso sobre un papel fotosensible y así la fotografió. Una vez efectuado el revelado la pareja quedó completamente atónita. El revelado mostraba claramente el contorno de los dedos de Semión en un azul intenso, amarillo e incluso otros colores.

Los Kirlian llegaron a la conclusión de que, al recibir la descarga eléctrica, algo se había “potenciado” lo suficiente en el propio Semión como para dejar una impresión sobre la película fotográfica. Y así comenzaron a extenderse los rumores de que los Kirlian habían conseguido “fotografiar el alma”.

No obstante, el efecto descubierto por los Kirlian había sido expuesto de hecho cuarenta años antes. En 1898, el ingeniero e investigador ruso Yakov Narkevich-Todko, demostró la existencia de las “fotografías electrográficas” mediante el empleo de breves descargas de alto voltaje. Sus experimentos constituyeron la base para el desarrollo del análisis de tensión en la metalurgia, que consiste en un proceso fotográfico para determinar la resistencia y debilidad de las placas de metal.

Hacia 1900, Walter J. Kilner, un radiólogo británico que trabajaba en el St. Thomas Hospital de Londres, descubrió un método para ver el “aura humana” que consistía en el empleo de unas gafas impregnadas en dicianina, un derivado del alquitrán de hulla. Según Kilner, quien se las ponía era capaz de ver “la neblina débil, luminosa y llena de color que rodea al cuerpo humano y que se extiende entre dieciocho pulgadas (unos 45 cm y medio) y dos pies (unos 61 cm)”

La imagen fotográfica de este “fenómeno” y los medios necesarios para obtenerla, se consiguieron hacia 1949.

La cámara Kirlian no era en realidad una cámara fotográfica, sino un dispositivo destinado a registrar las descargas eléctricas del sujeto sobre la película fotográfica. Hay dos métodos a través de los cuales se han llevado a cabo estos experimentos. Uno de ellos consiste en hacer pasar por el sujeto una descarga eléctrica de alto voltaje y fotografiar la radiación con una cámara normal. Pero tiene su “pequeño” inconveniente, es mortal para casi todos los organismos vivos.

El segundo método, y algo más recomendable, consiste en aplicar una baja corriente eléctrica a través de una o dos placas metálicas que estén junto al sujeto fotografiarlas de cerca. Lo que queda registrado es la “reacción” del sujeto a ese campo de energía. Básicamente en como obtener una copia por contacto; pero en lugar de una fuente lumínica, la fuente de energía la constituye una placa de metal.

Se puede emplear cualquier tipo de película o papel fotográfico: blanco y negro, color, infrarrojo, negativo, pero debe utilizarse en condiciones de total oscuridad. Un impulso eléctrico que supere los 12.000 voltios (puede llegar a los 20.000 voltios) se genera a través de una placa de metal para crear un campo eléctrico. Alrededor del conductor (placa metálica) sometido a alta tensión, el aire se vuelve conductivo. Tras una exposición de unos cuantos segundos se procesa normalmente el papel o la película.

No debe realizarse fotografías a personas que, de un modo u otro, lleven instalados dentro de su cuerpo objetos eléctricos o electrónicos (como un marcapasos). Tampoco a personas que hayan sufrido o sufran problemas cardiacos. A ser posible no hacer fotografías con un objeto metálico en el cuerpo, por ejemplo, anillos, pulseras, relojes, por riesgo de recibir una descarga eléctrica. No hay que olvidar que se trabaja con electricidad de alto voltaje, aunque a baja corriente. Por lo cual se debe tener especial cuidado en su manipulación.

Ya durante los años 70 la investigación seria de la fotografía Kirlian fue objeto de controversia. Se tomaron miles de fotografías de la vida animal, vegetal y de objetos inanimados. Llegando a la conclusión que la fotografía Kirlian podría deberse a efectos físico-químicos en los objetos o elementos fotografiados. Según el profesor de neurología Terence Hines autor del libro Pseudoscience And The Paranormal, “…Cuando la electricidad entra en un objeto viviente, produce un área de ionización de gas alrededor del objeto fotografiado, siempre que haya humedad presente en el objeto. Esta humedad se transfiere del sujeto a la superficie de la emulsión de la película fotográfica y causa una alteración en el patrón de carga eléctrica de la película. Si se toma una fotografía en el vacío, donde no hay gas ionizado presente, no aparece ninguna imagen Kirlian. Si la imagen Kirlian se debiera a algún campo energético viviente fundamental paranormal, no debería desaparecer en un sencillo vacío.

Aun llenas de controversia las fotografías Kirlian son fotografías realmente bellas y asombrosas, pero ni son la fotografía de nuestro “alma”, ni valen para tratar y/o diagnosticar ningún tipo de supuestos “desequilibrios energéticos”.

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