Hoy en día si nos hablan de fotomontaje nos viene a la cabeza el uso de técnicas digitales, como el omnipresente Photoshop. Pero si nos plantamos en nuestros amados años analógicos, esta técnica ya se empieza a complicar. Seguro que hemos experimentado con dobles exposiciones, e incluso con algún recorte de negativo, pero nunca llegaríamos a imaginar lo realizado por el fotógrafo que os presentamos a continuación. Henry Peach Robinson el rey de lo que hoy en día llamamos fotomontajes. Os invitamos a conocer su historia.
Ningún otro miembro del buen arte fotográfico ganó tanta aclamación en su época como Henry Peach Robinson (1830 – 1901). Llamado el “gran sacerdote de la composición fotográfica”, se convirtió en el fotógrafo más aclamado de su época, ganando medallas y premios en su Inglaterra natal, en América y por toda Europa. Tan popular fue que el príncipe Alberto le otorgó un pedido permanente de una copia de cada fotografía artística que produjera.
Robinson nació en Shropshire y, en un principio, trabajó como ayudante de una librería. Pintaba en su tiempo libre y se interesó por la fotografía en 1842. En 1857 decidió, como muchos otros pintores de aquella época, dar el paso hacia la fotografía y dedicarse por completo a ella abriendo un estudio en Leamington Spa.
Robinson estuvo muy influido por el trabajo de Oscar Rejlander, el fotógrafo sueco, cuya fotografía compuesta “Las dos sendas de la vida” (fotografía realizada mediante la combinación de 32 negativos, utilizando para la realización de la obra fondos pintados y realizando fotografías de los personajes por separado, en parejas, en tríos, etc.) que causó mucha controversia desde el momento de su aparición, en 1857. Robinson también se convirtió en el exponente de la fotografía superpuesta, estando totalmente convencido de que las fotografías debían componerse en lugar de tomarse. Y llamó a dichas fotografías, “Arte fotográfico”, mostrando su primeros trabajos en esta linea en 1858. Siendo uno de ellos, “Agonizando”, una fotografía sentimental realizada a base de 5 negativos que retrataban una muchacha muriéndose en una silla, tristemente contemplada por su familia. Esta fotografía muy trabajada, con una marcada composición y como ya hemos dicho, realizada con varios negativos unidos tan inteligentemente que las lineas divisorias son apenas discernibles, fue duramente criticada por su sentimentalismo mórbido, pero no obstante dio notoriedad al joven artista.
Robinson se marcó entonces como objetivo el producir una fotografía así cada año, reflejando esa visón de “Arte fotográfico” más cercana a la pintura que a la creación fotográfica según la entendemos hoy en día. Cada fotografía estaba cuidadosamente planeada, todo era estilizado y, a veces, incluso teatral. Ilustró poemas románticos tales como “La señora de Shalott”, de Tennyson, y “Trayendo Mayo a casa”, de Spenser.
La técnica utilizada por Henry Peach Robinson era esmeradamente detallada. Compuso sus fotografías como un artista plástico compone sus cuadros, llegando a construir a gran escala a partir de varios bocetos. Decidiendo entonces qué sección debía ser retratada, en qué negativo y cómo y dónde podían hacerse las mejores uniones. Sus lineas divisorias eran raramente visibles, de forma que la composición total aparecía completa como si hubiera sido una sola fotografía.
El éxito de Robinson lo llevó a escribir varios libros, siendo el más conocido “Cuadros hechos con fotografía”. Este fue reimpreso hasta 1916, lo cual indica cuán grande fue la influencia de este fotógrafo en su época. A menudo Henry Peach Robinson fue criticado por ser demasiado pedante en su manera de hacer las cosas pero esta opinión cambió con el tiempo, pasando a ser uno de los mayores referentes fotográficos de su tiempo. Siendo sus fotografías todo un referente en la corriente dominante del que era ese floreciente arte llamado “fotografía”. Hasta el final de sus días, Henry Peach Robinson, perseveró en la convicción de que la fotografía debía imitar al arte, pensamiento que como ya hemos tratado en otros artículos cambió con el paso de los tiempos.
Pero lo que no tiene duda alguna es, que de estos primeros maestros podemos obtener el aprendizaje sobre lo bello que puede llegar a ser una cuidada composición en fotografía.