Dicen que la imaginación siempre se anticipa a cualquier intento científico, y de esta premisa no fue exento el nacimiento de la fotografía. Todos conocemos a los nombrados como padres creadores de la fotografía, Nicéphore Niépce y Mandé Daguerre. Pero, ¿Fueron ellos realmente los primeros que imaginaron la fotografía?, a este pregunta debemos contestar con un rotundo no.

Corría el siglo XVIII cuando un escritor francés oriundo de Normandía, Tiphaigne de la Roche, tuvo en su imaginación aquello en lo que más tarde se iba a convertir en el proceso fotográfico. Tiphaigne escribió varias novelas y una de ellas titulada Giphantie (anagrama de su propio nombre, Tiphaigne). Esta novela, que pasó sin pena ni gloria, para los lectores de la época, puede considerarse una novela de anticipación. Una novela de anticipación podríamos decir que es aquella en la que su autor se anticipa de forma ostensible en sus relatos o partes de los mismos a un avance tecnológico posterior a la publicación de la misma. A todos nos viene a la cabeza las obras de Julio Verne, donde en numerosas ocasiones se anticipó a inventos que se dieron con posterioridad. Vamos lo que hoy en día consideraríamos ciencia-ficción.

Volviendo al caso de Tiphaigne, en esta novela nos narra una serie de viajes “imaginarios” por los desiertos del norte de Guinea, donde se encuentra lo que el autor llama “jardín maravilloso”, que es una isla, y que está poblada por los “espíritus elementales”. Pues bien, en un momento dado el protagonista recibe la explicación de las maravillas y virtudes del lugar y de los espíritus que la habitan, por parte del jefe de la isla.

A lo largo de esta conversación su anfitrión le cuenta:

“… los espíritus elementales no son tan hábiles pintores como buenos físicos: ya juzgareis por su manera de obrar. Sabéis que la luz reflejada de los distintos cuerpos forman cuadros y estos cuerpos se graban en todas las superficies pulidas, en la retina del ojo, por ejemplo, en el agua, en los espejos. Los espíritus elementales hemos procurado fijar estas imágenes fugaces. Hemos compuesto una materia muy sutil, muy viscosa y pronta en desecarse y endurecer, con la que se hace un cuadro en un santiamén. Se recubre de dicha materia un trozo de lienzo que luego se presenta ante los objetos que quieres pintar. El primer efecto del lienzo es el mismo del espejo. En él se ven todos los cuerpos vecinos y lejanos cuya imagen puede aportar luz. Pero lo que un espejo no puede hacer, lo consigue la tela, cuyo revestimiento viscoso retiene los simulacros. El espejo nos devuelve fielmente los objetos, pero no retiene ninguno. Nuestras telas también los restituyen fielmente y los conservan todos. Esta impresión de las imágenes es cuestión del primer instante en que la tela los recibe. Se quita enseguida y se coloca en un lugar oscuro. Una hora después, el barniz está seco y se tiene un cuadro tan precioso que ningún arte puede imitar su verdad y que el tiempo de ninguna manera puede estropear …”

Pues leyendo esta descripción del proceso que utilizan los espíritus elementales para crear sus “cuadros” podríamos pensar sin llevarnos a equivocación que está describiendo el origen del proceso fotográfico.

La obra de Tiphaigne no deja de ser una novela creada de su propia imaginación. Pero sin duda, si tenemos que hablar de quien fue el primero en imaginar la fotografía y el proceso fotográfico yo diría que fue de La Roche. Siempre la imaginación llego antes a los sitios que la propia creación.

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