No pretendamos hacer de cada disparo de nuestra cámara una obra maestra. Una de las primeras ventajas que ofertó la fotografía digital sobre la fotografía analógica era la posibilidad de tirar muchas fotos sin gasto alguno. Esto ha permitido a los fotógrafos/as poder experimentar a la hora de explorar una escena a fotografiar. Disparar, revisar y volver a disparar, cosas del mundo digital.

En la fotografía analógica o fotografía química, esta exploración lleva el consiguiente gasto de carrete. Para realizar una buena fotografía de una escena determinada hay que utilizar la cámara como un dispositivo de exploración, como si fuera nuestro propio cuaderno de notas. Para esto no pueden ser útiles los formatos pequeños (35 mm) e incluso las cámaras instantáneas. Si hacemos una sola toma de una escena, es bastante probable que no obtengamos nada que merezca la pena positivar. Debemos aprender a ver las escenas y situaciones que pueden encerrar un cierto potencial fotográfico. Estar atentos a los ‘momentos oportunos’, a los juegos de la luz y a las distintas posibilidades que nos puede dar la composición.

Cambiar la distancia al sujeto

Imaginemos que somos un director de cine y estamos preparando un plano. Muchas escenas fotográficas suelen empezar con un plano amplio que establece el escenario. A continuación, la cámara pasa a un plano medio que da vueltas alrededor del sujeto y luego salta finalmente a un primer plano el sujeto. Pues en fotografía podemos reproducir este comportamiento frente a una escena. Dar vueltas alrededor del sujeto para buscar la mejor iluminación y el fondo más atractivo. Probemos a acercarnos al sujeto rodeándolo y disparando cada vez que observemos una toma con posibilidades. No hay que limitarse en el plano frontal. Busquemos planos picados e incluso muy forzados. Hay que observar todo el mundo de posibilidades desde nuestro visor. Debemos sentir este como nuestra prolongación visual.

Acercarse al sujeto es, en la mayoría de las ocasiones, importante a la hora de obtener más posibilidades. Si hay un error muy común en la mayoría de los fotógrafos que empiezan es el colocarse demasiado lejos del sujeto o bien acercarlo a ‘golpe’ de teleobjetivo. Un sujeto alejado en una toma nos lleva a obtener un centro de atención tan pequeño que pasa desapercibido entre la masa de otros detalles que compiten con él. Si queremos mejorar nuestras fotografías acércate al sujeto a fotografiar.

Modificar el punto de vista

Mientras nos acercamos al sujeto hay que explorar otras perspectivas. Dispara desde ángulos altos y bajos hasta encontrar el más interesante. Casi todas las fotografías se toman habitualmente desde la altura del ojo, que es desde donde todos contemplamos el mundo. Pero por el contrario en muchas ocasiones las imágenes ganan interés cuando se prueba una opción menos habitual; mira desde donde miran los pájaros o incluso desde donde miran los gusanos. Subirnos encima de algo o tumbarse en el suelo. Haremos ejercicio y, con suerte, obtendremos unas buenas fotografías.

Mantener al sujeto ocupado

Cuando hagamos fotos a personas, hay que procurar que tengan algo en que entretenerse. Si tienen algo que hacer, se sentirán más a gusto y su pose se mostrara más natural y espontánea. Para esto puede valer cualquier cosa apropiada para la persona y para la escena; una flor, un sombrero, un libro.

Enmarcar estrictamente al sujeto

Obtendremos imágenes con más impacto si encuadramos de cerca al sujeto para eliminar todos los elementos del fondo que carecen de interés. De lo que se trata es que en el visor aparezca sólo el sujeto. Si incluimos algo de fondo, es para que complemente al sujeto y ayude a contar la historia.

No todo son fotos horizontales

Cuando se empieza a fotografiar, lo más cómodo es sujetar la cámara en horizontal. Pero ésta no es necesariamente la mejor forma de encuadrar todas las escenas, en especial los retratos. En caso de duda, fotografiemos la escena dos veces, una en vertical y otra en horizontal.

No tengas miedo a experimentar

Si queremos obtener resultados que valgan la pena con nuestras fotografías, hemos de estar siempre dispuestos a correr el riesgo de equivocarnos. Fotografiar es descubrir. La experiencia nos dirá los puntos de vista que no conducen a ninguna parte y los que tienen posibilidades. Aprenderemos así a estrechar nuestro campo de experimentación y a centrarnos en los valores más prometedores. Con el tiempo seremos capaces de imaginar la fotografía ya terminada antes de tomarla, y solo tendremos que organizar los parámetros de nuestra cámara.

Nos debería consolar saber que casi todos los fotógrafos/as profesionales se dan por satisfechos si consiguen una o dos buenas fotos por sesión. Y si nos parece que nuestros resultados son mejores, teniendo relativamente poca experiencia, quizá es que hemos puesto el listón demasiado bajo.

Para mejorar como fotógrafo/a no queda más remedio que experimentar y probar cosas de las que no estemos seguros, eso sí sin abandonarnos. La experimentación no justifica la chapuza.

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