En plena era de la fotografía digital, en estos tiempos donde lo más frecuente es llevar constantemente una cámara fotográfica en el bolsillo, se hace cada vez más insólito pasear por cualquier calle de cualquier ciudad y toparse con la presencia de un fotomatón.
Estas cabinas de fotografía callejera fueron inventadas a principios del siglo XX por Anatol Marco Josepho, un estadounidense de origen ruso que en 1924 pudo ver cómo su creación era instalada en las calles de Nueva York. Su nombre definitivo deriva de la empresa Photomaton, una compañía francesa que a finales de la misma década extendió el uso de estas cabinas por París para regocijo, entre otros, de un gran número de artistas surrealistas que vieron en los nuevos fotomatónes un medio original y moderno de plasmar sus ocurrencias e improvisar retratos.
Esta tendencia se desarrolló durante buena parte del siglo XX pudiendo identificar en ella una especie de antecedente al moderno selfie. El primer fotomatón en color vio la luz en 1970 inaugurando así la última era dorada de estos revolucionarios aparatos.
Si has nacido durante o antes de los años ochenta es muy probable que conserves alguna serie de fotografías hecha con tus amigos en algún fotomatón.
El acto de fotografiarse en una de estas cabinas, solo o en compañía de alguien conocido, era muy frecuente durante los años previos al desarrollo de la fotografía digital ¿Quién no ha decidido súbitamente introducirse tras las cortinas de un fotomatón, hacerse unas fotografías de manera casual y esperar pacientemente durante los minutos que tardaba la cabina en darnos el resultado de la operación en forma de una codiciada tira de imágenes?.
Pese a estar ubicados en plena vía pública, tras la cortina de un fotomatón la intimidad era casi absoluta y las fotografías podían realizarse en un ambiente de completa improvisación, dando rienda suelta al carácter de cada uno. La actitud improvisada que te guiaba a llevar a cabo esa acción es la misma que hoy en día conduce a los llamados selfies. La diferencia radicaba en la falta de disponibilidad de una cámara de fotos. En la magia del momento cuando, generalmente sin pretenderlo, podías toparte con una de estas máquinas en cualquier calle o cualquier edificio público. El acto era el mismo, pero el producto era diferente: único, tangible y sin copias inmediatas a no ser, claro, que empleases una fotocopiadora para poder repartir el recuerdo entre todas las personas implicadas en el retrato.
Hoy en día, el fotomatón sigue en vida adaptado a las exigencias actuales. Estas máquinas, por ejemplo, comienzan a ser muy demandadas en la celebración de bodas y acontecimientos similares, pero su uso ya no está cargado del carácter de los viejos tiempos. Los viejos y analógicos tiempos.
Link de interés: Fotomatón WIKI